TITERES TRAS LAS HUELLAS DE LA HISTORIA PARTE VI
EL TITERE EN LA EDAD MEDIA
De la misma forma que la marioneta antigua ha nacido en los templos, la marioneta medieval tiene que renacer en las iglesias. En esos siglos de oscuridad total para cuanto significa cultura y arte, el teatro se ha salvado gracias a los monjes en sus conventos y a los titiriteros en sus caminos. Sobre temas edificados, extraídos de leyendas monacales, con acciones rápidas y sumarias, con persecuciones, martirios y milagros, aumentados con detalles cómicos y familiares, se escribieron varias obras----pequeños dramas----para las marionetas conventuales. En Europa, tras la caída del imperio romano, las marionetas habían desaparecido, insisto, casi por completo como expresión teatral. En realidad desapareció toda clase de teatro. Y quisiera profundizar añadiendo que desapareció toda clase de cultura. Esta se refugia, de alguna forma, en los conventos y monasterios, y el muñeco reaparece en la Edad Media de la mano de la religión, en las iglesias, en las representaciones sacras para hacer más eficaces las ceremonias religiosas. En la Europa cristiana, a partir del siglo X, los mostradores de marionetas se nutren para sus espectáculos de esas bellas historias que ofrecen las leyendas y las epopeyas históricas. El títere llega ser para la Iglesia cristiana un medio de ilustrar los episodios de la Historia Sagrada.
Aparte de las obras esenciales de tema religioso que le es preciso respetar, el manipulador se encuentra libre de diversificar su ilustración con los muñecos, sea por inspiración personal, sea por renovar el interés de año en año. Es así, sin duda, como han ido introduciendo elementos profanos y se han mezclado personajes populares con figuras míticas o históricas, en tiempos donde el anacronismo pasaba desapercibido. En esta familiaridad con lo sagrado el espíritu cómico se ha podido manifestar, y la farsa imponer su genero, arte de desconfianzas, condenas y prohibiciones que las autoridades eclesiásticas se han creído obligadas a dictar. Según que el títere sea parte integrante de la liturgia, o sólo un accesorio, su historia marca diferencias esenciales. Cuando las religiones se han organizado de tal forma que ya poseen templos en los que las figuras de dioses, o de otros personajes, por cualquier motivo sagrados, tienen lugar, llega la idea de animar esas estatuas en las fiestas anuales o de proceder a la reconstrucción de los grandes hechos de la divinidad que la fiesta conmemora. En la iglesia cristiana la tradición de los muñecos animados ha nacido cuando los sacerdotes han ordenado representaciones evocando el misterio de la navidad. Acaso los juegos y las evocaciones navideñas se prodigasen en demasía, pues ya en el siglo XII, Eustaquio, sabio arzobispo de Tesalónica, deplora la difusión de la neurospastia----así lo llama todavía----- y explicando un verso del cuarto canto de la Iliada se extiende sobre las marionetas. Se duele de la fama de Photino adquirida en Grecia por medio de una profesion tan pueril y tan vulgar. Y aunque aprecia la neurospastia en su valor, nos da a entender que este arte, pues este es el nombre que le da, estaba muy extendido y era muy popular en su tiempo.
La que sigue es la primera representación, documentada, que conocemos de un espectáculo de muñecos animados en la Edad Media. Es una miniatura del año 1170, de autenticidad incontestable, que se encuentra en la obra Hortus Deliciarum, una especie de enciclopedia manuscrita que se conservaba, con gran número de curiosas miniaturas. El manuscrito era obra de la abadesa Herrade de Isndberg. Representa, como podemos apreciar, dos muñecos guerreros armados con espadas y escudo, que están combatiendo; estos muñecos se mueven mediante gruesas cuerdas tiradas horizontalmente por dos personajes que parecen ser titiriteros. La técnica del movimiento es muy parecida a la utilizada para las marionetas de rodilla, y difiere de todo cuanto se ha visto hasta ahora, ya que los muñecos no se mueven de forma vertical(tanto si es por debajo, como el títere, como si es por encima, como la marioneta), sino en forma horizontal. Aparte de su acción dramática espontánea y directa, aparte de su puesta en escena simple, exigiendo pocos medios, el teatro de marionetas de guante esta particularmente indicado para los comediantes cuya profesión les obliga a ir de población en población.
En esa época los espectáculos estaban adaptados a feriantes, eran triviales, los juegos de palabras muy simples, se hablaba bastante de sexo, pero criticando al mismo tiempo a la sociedad de entonces. El juglar, o en todo caso el titiritero, era uno de los raros hombres que podía aportar noticias de lo que ocurría en el vasto mundo, precisamente en los lugares aislados, los albergues, los poblados pequeños... Eran ellos los que comentaban los acontecimientos. Al mismo tiempo, aparte su profesión, eran los que hacían entrever al pueblo inculto un mundo espiritual más rico.
JUGLARES Y TITIRITEROS AMBULANTES
Adelantémonos un poco en este viaje histórico por la Edad Media y centrémonos en los juglares, y titiriteros ambulantes, ya que ellos son la mejor conexión ente el origen de los muñecos y lo moderno que hoy conocemos ya que a partir de aquí se escribe la historia que se adentra a nuestras raíces latinas y marca el camino de donde venimos.
Jerome Cardan, filósofo, medico y matemático, es si no el más antiguo escritor moderno que haya mencionado las marionetas por lo menos es el primero que ha aportado sobre ellas una atención seria y científica. Cardan se ha ocupado dos veces del mecanismo de las marionetas; la primera en su tratado De Subtilitate, la segunda en su De varietate rerum. En esta ultima cita textualmente He visto dos sicilianos que operaban verdaderas maravillas por medio de dos estatuillas de madera que hacían jugar entre ellos. Un solo hilo las atravesaba de parte a parte. Estaban atadas por un lado a una estaca de madera que permanecía fija, y por la otra a la pierna que el titiritero hacia mover. Este hilo estaba tendido por los dos lados. No hay ninguna clase de danzas que estas estatuillas no fueran capaces de imitar, haciendo los gestos más sorprendentes con los pies, con las piernas, los brazos, la cabeza, con todo, y con posturas tan variadas que yo no pude, lo confieso, darme cuenta de cuál era tan ingenioso mecanismo; pues no había muchos hilos, ni tendidos ni destendidos, no había más que uno en cada estatuilla y este hilo estaba siempre tenso. Yo he visto muchas otras figuras de madera puestas en movimiento por muchos hilos alternativamente tirantes y flojos, lo que no tiene nada de maravilloso. Debo decir todavía que era un espectáculo verdaderamente agradable el ver hasta qué punto los gestos y los pasos de esas muñecas estaban de acuerdo con la música.
El autor, como se ve, no indica el trabajo que realizaba el segundo titiritero ambulante, el segundo siciliano. En este aparato un solo manipulador parece suficiente, como en las marionetas que los pequeños savoyardos hacían danzar en el pasado siglo IXX por las calles y en los mercados, al son de la flauta, un violín o un tambor, agitando con la rodilla la cuerda atada a la muñeca, que llamaban Cathos o Catherinette
El segundo pasaje de Cardan, el que forma parte del tratado De Subtilitate, trata marionetas corrientes; pero el autor ha sido tan atrapado por la ilusión que le producen, que no duda en colocarlas en la parte de su obra que trata de mariabilitus et modo representandi res varius prater fidem: Si quisiera enumerar todas las maravillas que se les hace ejecutar, mediante hilos, a las estatuillas de madera llamadas vulgarmente magatelli, un día entero no sería bastante, pues, esas pequeñas figuras juegan, combaten, cazan, danzan, tocan la trompeta y hacen otras mil maravillosas cosas. Se aprecia en este pasaje que hacia el año 1550 se llamaba en la Italia del Norte las marionetas con el nombre latinizado de magatelli. Indiscutiblemente es está una variante de bagatelli, cosa además autentizada al saber que en Italia llamaban bagatelle a las diversiones de la plaza pública y bagatelleieri a los saltimbanquis.
Según Gentile Pagani entre los espectáculos preferidos por el pueblo de Milán destacaba el antiquísimo de la baracca di magatei, que alcanzó tanta celebridad con el milanés Maximiliano Romanini, y fue ilustrado con citaciones helénicas, latinas y otras por el pacientísimo erudito padre Francesco Saverio Quadrio.
2 comentarios
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